jueves, 21 de junio de 2018

En algún momento

¿A qué te recuerdan las canciones de tu adolescencia? De esas de las que te enamoraste, sin dedicárselas a nadie más. Eras tú enamorándote del amor.

Y es que hoy me di cuenta… vivimos tan perdidos en el hoy, que olvidamos esos momentos mientras nos convertimos en el ahora. Esa transición que extraño, y que viví con el mayor cariño del mundo.

Te propongo retomar el playlist de tu adolescencia, buscar bien, y conseguir aquella canción que de inmediato te transporta a tu casa, a tu familia, a tus amigos o al primer amor. Hoy me pasó luego de mucho tiempo, y sentí nostalgia, pero más allá de eso, sentí como la sonrisa se dibujaba en mi cara, por saber que sentí cada momento con total intensidad.

¿Hubiera podido aprovecharlo mejor? Sin duda. Sin embargo, las hormonas, sumadas a la edad y a las circunstancias, me decían que era auténtico, que esos amores estaban conmigo. Hoy son amores más maduros, más fortalecidos, más sinceros. Aquellos que pasaron me dejan sonrisas y el agrado de haberlos conocido.

Para la época de mi canción, fue un amor muy bonito. Al que le dediqué una de ellas sin contarle ¿Por qué? Quería mantenerla para mí, era un mensaje secreto y yo iba a decidir cuándo dejaría de ser para él. Hoy la escuché de nuevo y me percaté de lo mucho que me faltaba por aprender en ese momento ¡Cuánta juventud!

Poner el cd y escucharlo en el “discman” era un deleite en el que me perdía durante 12 canciones, repetidas una y otra vez como la banda sonora de mi adolescencia. Así pasó el tiempo hasta que el discman se dañó, el cd se rayó y mi amor por la adolescencia y por el amor fueron madurando.

Creo que todos tenemos una canción, o un playlist que nos define. No importan las canciones de moda, no importan los saltos, los gritos y el ruido. Importan esas notas que te transportan, igual que tomarse un té en el momento perfecto.

Soy defensora de las pausas, aquellas que sanan, que te hacen sonreír, que te hacen mirar hacia arriba y apreciar el cielo a pesar del caos en la calle.

Ponte los audífonos, ármate de valor y abraza lo bonito de la nostalgia. Pon el playlist que te llegue al corazón.