miércoles, 14 de octubre de 2015

Planetas

Sentimientos encontrados, planetas que chocan en su interior. No es fácil contener un estallido sin mostrar señales. Los intentos resultaron infructuosos.

... y este nuevo planeta no entendía cómo por planetas extintos, lo dejaban de lado. Quiso brillar y mostrar su belleza, lo dejaron ser por un momento… pero los restos de los viejos planetas prevalecieron… ellos importaron más.

Notó que no estaba en su lugar, no estaba en su elemento. Decidió irse de esa tóxica galaxia donde no era apreciado, con mucho dolor claro está. Creyó conocer al satélite ideal.

Muchos desacuerdos, diferencias de órbitas, ofensas y palabras impensables. La advertencia comenzaba a empeorar, cada vez dolía más.

El hermoso planeta notó que entre polvo, choques y explosiones, no sería feliz. Aunque intensa, era sostenido por una falsa gravedad, con promesas que se esfumaban, con promesas inalcanzables… a veces reales, hasta que llegaban los planetas que se rehusaban a envejecer y que el satélite no podía (ni quería) ocultar…

Nada de soberbia, nada de frialdad, nada de eso… Es saber que puede haber algo más, que merece nuevas oportunidades y planetas por conocer. El hermoso planeta siente que algo más le espera.

Le costó alejarse, es innegable. Luego de tanto tiempo había un vínculo especial con aquel satélite, muy profundo y notorio. Costaba decir adiós, no era fácil.

Fueron largas noches y agitados días pensando qué hacer. “¿Cómo evitar saber de él? ¿Cómo no seguir queriendole? ¿Cómo escapar de esa órbita que a veces odiaba y amaba?”. Eran preguntas sin respuestas, respuestas sin salida… con una que otra lágrima transformada en melancólico hielo.

El planeta quiere decirle al satélite que cada sentimiento y cada momento fueron totalmente ciertos.  Que será inolvidable en los años que aún le quedan por vivir, pero ciertas palabras le mostraron la oscuridad que habría más adelante y que a ese ritmo solo empeoraría. No era recomendable, el planeta vale mucho más que eso.

A veces es curioso cómo entre millones de estrellas, dos seres coinciden para dejar sutiles huellas, llenas de pistas que determinarán quienes somos y qué queremos.

Ve a rotar tu atropellada galaxia, asume los choques. En el fondo siempre lo quisiste así, no dejabas de repetirlo. 

Este soñador planeta desea irse, se siente más tranquilo, más ligero, sin tantas tensiones, sin promesas irrealizables y sin compromisos demasiado pesados para borrarlos.

Aún es demasiado joven para tropezarse de golpe con el futuro. No es la vida que desea, desea plenitud, desea risas, desea hermosos paisajes, desea la magia del tiempo, todo a su momento. Algo que no puedes darle.

Te deja un poco de su magia, una pizca de ese polvo que te dibuja sonrisas… y se despide. Con la promesa de aplicar lo aprendido e ir olvidando de a poco. También pide que lo dejes ir, que no lo atraigas de nuevo hacia ti, sería demasiado tóxico.

Ahora sonríe entre recuerdos y nostalgia, suelta la mano y el pensamiento de quien lo enamoró. Allí quedará guardado en un baúl en lo más reservado de su centro. Manda un beso profundo y se va a recorrer otras galaxias.